martes, 10 de agosto de 2010

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Tribuna de Ciudad Real Digital
02/08/2010

Treinta días dando la talla

Las jóvenes promesas del musical ‘La vida es sueño’ terminan su formación para enfrentarse a una gira por la provincia • Su futuro a partir de septiembre depende de ellos

NIEVES SÁNCHEZ
Toca el piano, aunque su instrumento es el violín. Cuenta 17 primaveras pero su verborrea se asemeja a la de una persona adulta que tiene claro que su futuro está en la música. Su nombre es Prado Hergueta, es de La Solana y un buen día de finales del pasado año su vida se transformó momentáneamente. A partir de ahí y hasta el día de hoy la historia de esta solanera es prácticamente la misma que la de otros 29 jóvenes de distintos puntos de la provincia. Todos tienen entre 16 y 25 años, sienten algún tipo de inquietud por las artes escénicas y forman parte de un proyecto común. Ayer en Herencia se levantó para ellos el telón tras el que se esconden meses de trabajo, risas, convivencia, horarios interminables, lágrimas y también frustraciones.

La vida es sueño es el nombre que la Diputación de Ciudad Real dio hace dos años a una iniciativa que salió adelante con un presupuestos de 350.000 euros para formar a un grupo de jóvenes en distintas facetas artísticas (música, dramaturgia, teatro, danza, mímica, luces, sonido, tramoya...) con el propósito de crear un espectáculo callejero que circule durante todo agosto por treinta municipios de la provincia. Eso a simple vista, ya que el trasfondo es que estos jóvenes se conviertan en elementos dinamizadores de la cultura en sus lugares de procedencia, en auténticas «bombas culturales».

La última fase del proyecto comenzó anoche con el inicio de la gira del espectáculo sobre la obra de Calderón, que tendrá ocupadas a estas promesas durante el próximo mes.



El teatro cuesta. Treinta pares de zapatillas esperan inmóviles a los pies de la entrada de una habitación amplia y luminosa, de la que sale la música descompasada de varios instrumentos. Se escuchan voces, se percibe el movimiento y la curiosidad invita a mirar a través de las pequeñas ventanas de las puertas. Un grupo de chavales observan sentados una escena teatral, mientras una mujer danza sin compás al ritmo de armónicas, piano y saxofones. Descalzos sobre la tarima tejen, con esfuerzo y cansancio acumulado, los flecos sueltos de la historia de Segismundo. Les esperan treinta días en la piel de otros y para dar bien la talla en la interpretación de un clásico, hay que estar muy bien preparados.

Quien ha puesto a estos chavales en esa tesitura no es otro que Javier Moncada, director del proyecto La vida es sueño y de Teatro Narea, compañía profesional a la que se le adjudicó el proyecto cultural a través de concurso público. «A estas alturas están ya muy cansados y no es para menos, ya que llevan el ritmo de una compañía de teatro profesional, sin serlo», explica Moncada a La Tribuna desde la primera planta de la residencia universitaria Santo Tomás (plaza San Francisco de la capital), lugar de hospedaje y ensayo de la joven compañía.

A finales del pasado año comenzó la fase de captación de chavales por toda la provincia y durante las primeras semanas Narea organizó por institutos, centros juveniles y la UCLM performance para atraer la atención de aquellos jóvenes interesados en un tipo de formación de la que cojea la oferta educativa de esta región.

Más de 400 chicos y chicas entraron en la primera fase de este proyecto, de los que treinta fueron finalmente seleccionados tras un proceso educativo que duró cinco meses. Moncada asegura que no son los mejores, ni los más preparados, pero sí es un grupo despierto y con ganas de aprender: «Son como esponjas y demuestran un interés que va mucho más allá de lo que se podía pensar, a pesar de la jornada diaria que aguantan».

Entraron a principios del mes de julio en la residencia como las promesas elegidas para sacar adelante un espectáculo por el que desempeñan un trabajo remunerado (con horario laboral de mañana y tarde) y para recibir formación en distintas áreas de las artes escénicas.

De hecho, el vestuario de la obra ha sido diseñado y confeccionado por ellos, pasando por que todos han aprendido durante un mes a manejar las luces y sonido y han participado en la adaptación del texto de la obra de Calderón. Igualmente, los treinta jóvenes han recibido nociones para recitar el verso y defender su papel sobre las tablas, el manejo de los instrumentos y a cantar. Todos hacen de todo y todos están preparados para todo. Es más, Narea se ha encargado de aportarles información académica sobre las ramas por las que pueden optar en un futuro.

«Alguno de ellos cuenta con una formación específica en alguna materia determinada pero la mayoría no se había subido a un escenario en su vida ni había cantado, ni tocado un instrumento, por lo tanto el proceso es muy enriquecedor para ellos y para nosotros» (cuentan con un docente especializado en cada materia).

Moncada, desde el pasillo, mira hacia la puerta de la sala de ensayos y confirma lo que hace un mes estaba por ver: «Estoy muy orgullo de ellos y del resultado. No son profesionales, y eso se nota, pero en un mes han montado y han preparado con ahínco un espectáculo fresco y joven que estoy seguro que gustará».

Ellos no lo tienen tan claro: «Cuando yo entré aquí la imagen que tenía de esta profesión era mucho más ‘light’ que la que me he encontrado, me he dado cuenta de que es muy duro ser actor y del trabajo que cuesta sacar adelante un espectáculo, de hecho sólo veo flecos sueltos», argumenta Gonzalo Ruiz. Tiene 17 años es de Alcázar de San Juan y se ocupa de la parte técnica de la obra y de la grabación del documental sobre el proyecto. «Lo primero que me dijo Javier es que un espectáculo sin los técnicos no sale y ahora me doy cuenta de que es así», exhorta este tímido joven que, de no cambiar de opinión, quiere dedicarse en el futuro al mundo audiovisual.



como en la vida. Los nervios estaban el pasado viernes a flor de piel. Quedaban horas para enfrentarse al público por primera vez y se notaba en el ambiente. Como cuando un profesional se enfrenta a un importante reto, estos jóvenes repasaban lo aprendido y lo vivido en la residencia. «Hemos venido a trabajar, y aunque hayamos tenido tiempo para pasarlo bien y para divertirnos entre nosotros la tarea que tenemos encomendada y por la que nos pagan hay que sacarla adelante sea como sea, aunque haya días muy duros», describe con una personalidad abrumadora Prado Hergueta.

Han convivido día y noche durante un mes y eso significa que las relaciones que surjan son amistades de por vida, sin desdeñar la parte más dura: «Yo hecho de menos mucho a mi hermana pequeña, bueno y la comida de mi madre», dice Gonzalo riendo. «Sí, añoramos muchas cosas pero las que estamos ganando no tienen precio, yo me llevo amigos para siempre», le contesta Prado, que está sentada al lado de Gonzalo en una silla desde la que defiende que lo más importante de la experiencia es el haber aprendido a trabajar en equipo.

No en vano, el inicio de la gira, la parte divertida del proyecto, supondrá el punto y final a ese mes de aprendizaje y estrecha convivencia. Y es que, como en la vida, el teatro ha proporcionado a estos treinta jóvenes la oportunidad de compartir experiencias y experimentar desde dentro los entresijos de un oficio que hoy más que nunca está supeditado a la imagen.

Lo que los vecinos de treinta municipios de la provincia (principalmente núcleos pequeños, aunque el día 12 estarán en pleno Torreón de Ciudad Real) podrán ver en sus calles es un musical muy especial sobre La vida es sueño. Una adaptación acorde al estilo de Narea y que, según apuntó su director, no dejará indiferente a nadie: «Habrá música en directo, un principio de obra muy llamativo y una adaptación del texto de Calderón muy poco vista».

Narea ha dividido a los chavales en dos grupos de quince para abarcar por semanas los treinta espectáculos a los que se enfrentan (uno por día), a modo de dos compañías para el mismo montaje. «No están preparados para recitar un verso clásico, de hecho a mi me da respeto con veinte años de profesión, por lo tanto había que prepararles una adaptación distinta», explica Moncada.

La vida es sueño se acaba en septiembre sin visos de continuidad, por lo que el devenir de estas jóvenes promesas depende solamente de ellas. «El futuro será el que quieran, el que lo desee se seguirá formando como actor o en la música o no, depende sólo de ellos».

Por lo pronto, lo único que se les puede desear a los treinta es mucha ‘mierda’ de cara al mes que les espera.
 
 
 
 
Javier Moncada da instrucciones a sus alumnos durante el ensayo general de la obra en la nave que Narea tiene en el polígono de Torralba

                                                                                         Tomás Fdez. de Moya
 
 
 
Fuente: http://www.latribunadeciudadreal.net/noticia.cfm/Provincia/20100802/treinta/dias/dando/talla/2F470A33-B725-94AE-5B3E856A69FC479F

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